La casa, la vivienda o el apartamento, en nuestra cultura, son espacios sumamente valiosos. Sobre estos recae el imaginario de compartir en familia alrededor de un almuerzo, la visita de amigos y el descanso; sin duda son lugares ideales para el relacionamiento humano.
Sin embargo, las tendencias no son homogéneas, la dinámica contemporánea —con sus cambios vertiginosos— lleva las responsabilidades académicas, laborales y de ocio fuera de casa, haciendo de esta un espacio meramente habitacional donde permanecemos algunas horas al día con el propósito de descansar. En ese sentido, podríamos aseverar que este espacio, contrario al imaginario, se asume como un sitio transitorio en el cual no construimos experiencias ni relaciones.
Ahora bien, el confinamiento estricto por el que pasamos provocó que casi la totalidad de las actividades diarias se realizaran desde casa, dinámica que posibilitó que resignifiquemos este espacio en función de las nuevas formas de habitar: la sala, el comedor, el cuarto, y hasta la cocina, se transforman para dar paso a la oficina, el aula, la biblioteca, el gimnasio, el parque, el cine, entre otros.
Asumimos nuestra casa como una nueva ventana desde la cual vemos al mundo y que de manera recíproca el mundo nos ve. Construyendo otras formas de relacionarnos, esta toma un papel protagónico como espacio del que nos apropiamos y convertimos en un lugar de relacionamiento con el otro desde la distancia y con quienes convivimos. Las actividades que ahora realizamos desde casa hacen que vuelvan los almuerzos y charlas familiares, pero también nos confrontan con la difícil tarea de diferenciar entre el espacio de oficina y el comedor, el de descanso y el de actividad física en la llamada nueva normalidad.
Y tú, ¿cómo has resignificado tus espacios?
Richard Rodríguez
Publicador de contenidos – Ude@ Educación Virtual