Desde el año 2012, los cursos masivos abiertos y en línea (MOOC) se lanzaron como una tendencia de la educación virtual a nivel mundial. Desde su concepción, fueron pensados para hacer el conocimiento accesible para más personas, permitir la conexión entre ellas y posibilitar la emergencia de comunidades de aprendizaje o redes de colaboración.
Esta última característica no fue propiamente intencionada, pero se estimaba que si personas de diferentes latitudes se reunían en un mismo espacio formativo y realizaban actividades entre sí, podrían mantener el contacto entre ellas, además de analizar y reflexionar los temas de interés desde sus contextos.
Por otro lado, desde el atributo de masividad, se han identificado algunas “problemáticas” como la alta deserción y la dificultad sobre cómo realizar la evaluación. El tema de la deserción en los MOOC es de consulta, análisis e investigación frecuente. En muchos casos es visto como un problema porque, tradicionalmente, una persona toma un curso y desarrolla todos los contenidos y actividades que allí se establecen, pero como estos espacios son abiertos, las personas no están en la obligación de mantenerse. Como respuesta a esto, muchos teóricos defienden que, por tratarse de un curso abierto, el participante debe tener la potestad de entrar, consultar y digerir aquello que sea de su interés, sin la necesidad de desarrollar los contenidos a cabalidad.
Asimismo, la dificultad que se ha manifestado en diferentes estudios con el tema de la evaluación en los cursos masivos, cae justamente en el mismo círculo de pensar en estos como espacios tradicionales. Los MOOC se sostienen bajo el principio de autonomía del estudiante, por tanto, el participante define si termina o no sus actividades ya que existe una gran variedad de estrategias para evaluar en la virtualidad.
En un caso particular, por ejemplo, hace poco me llegó la oferta de unos cursos que se dedicaban a trabajar las tecnologías para el aprendizaje y el conocimiento (TAC), las competencias digitales docentes (CDD), y la colaboración y la evaluación en entornos de aprendizajes virtuales. Al ver que estas temáticas son de mucha pertinencia para nuestro contexto actual, decidí matricularme y desarrollar uno de estos.
El curso al que me inscribí constaba de 4 unidades, las cuales se podían explorar sin seguir un orden establecido. Inicialmente estudié las Unidades 1 y 4, luego lo abandoné y no hice ninguna de sus actividades. Semanas después, en el trabajo me solicitaron proponer algunas estrategias de evaluación, entonces retomé el curso, terminé las unidades faltantes sobre evaluación y volví a abandonarlo sin hacer ninguna actividad ni evaluación.
Todo esto sucedió antes de escribir este artículo, sin embargo, en este ejercicio de escritura y retomando la experiencia propia, volví a constatar que los cursos masivos no se rigen por el formato tradicional. Concluí entonces que los usuarios —que no son estudiantes en amplio sentido de la palabra— son personas que participan en un espacio formativo en búsqueda de un conocimiento que no poseen. Si esto sucede, es posible afirmar que los MOOC cumplen con su propósito: ser abiertos, en línea y masivos.
¿Has tenido la oportunidad de estar un curso de este tipo? Compártenos tu experiencia en los comentarios.
Johana Milena García
Gestora de Proyectos de Ude@