Si partimos del hecho de que la familia es la institución más determinante para los individuos y para la construcción de sociedad, podemos pensar que la incorporación de las tecnologías a las dinámicas familiares no es una excepción. Un par de años atrás, y sin tener ni una pista de la venidera crisis pandémica para ese momento, algunos estudios se propusieron poner en evidencia el impacto del uso de las tecnologías en las familias, acotando algunos hechos que señalan implicaciones positivas y negativas en las relaciones familiares. Ahora bien, ¿consideras que las TIC han llegado a tu vida para aportar a la dinámica familiar, o su incorporación va en detrimento de su estructura?
Tales estudios indican algunos de los mayores beneficios a la hora de traer prácticas tecnológicas a casa. La comunicación a distancia con familiares o amigos que se encuentran lejos ha permitido, desde diferentes medios, acercar a las personas en tiempo real. Las redes sociales cumplen un rol importante en este escenario donde la mensajería instantánea nos llena de sentimientos y sensaciones de cercanía y tranquilidad. Asimismo, la promoción de la diversión y el entretenimiento se encuentra en la lista de dichos beneficios. Los típicos juegos de mesa se trasladaron a la pantalla y “Quién quiere ser millonario”, “Bingo”, “La rueda de la fortuna” y muchos más comenzaron a amenizar los fines de semana, incluso antes de la pandemia. Muy relacionado a lo anterior, el consumo de series, películas, e incluso de libros digitales y audiolibros, también ha ofrecido a las familias una oportunidad de tiempos para relacionarse en espacios mediados por las tecnologías. Y por supuesto, el manejo y gestión del grupo familiar se ve favorecido por la optimización del tiempo que el apropiado uso de las tecnologías puede traer a las personas.
La navidad, época que suele girar alrededor de la búsqueda de espacios familiares, trae consigo una mayor incorporación de herramientas tecnológicas que permitan dinámicas propias de las festividades. No obstante, cabe plantearse la pregunta de cómo queremos que las tecnologías impacten nuestro diciembre para recibir la navidad “conectados pero acompañados”.
¿Sabías que existe una tradición para que los niños esperen cada año la Navidad? Se trata del calendario de adviento, el cual cuenta con 24 casillas, cada una representa un día del mes de diciembre y en ellas se guarda un detalle que el niño descubre día a día y así puede hacer el conteo regresivo para la Navidad.
Por eso, el espíritu de esta época decembrina ha tocado las puertas de nuestro blog Ude@, otras formas de contarpara revivir esta tradición, no solo en los niños, sino también en cada uno de nuestros lectores. ¿Te animas a descubrir día tras día las sorpresas que el calendario de adviento tiene preparado para ti?
Ana María Zuluaga Gestora de Canales Digitales Ude@ Educación Virtual
¿Alguna vez habías escuchado la palabra infoxicación? ¿A qué suena? ¿Con qué la relacionas? Si lees atentamente tendrás dos pistas: el prefijo ‘info’ trae consigo una relación con el conocimiento, más específicamente con la palabra ‘información’ y, por supuesto, el resto nos habla de ‘intoxicación’. En ese sentido, es posible deducir que la unión de aquellos dos términos refiere a un envenenamiento que sucede como consecuencia del exceso o sobrecarga de información.
¿Por qué se da esto? Vivimos en una realidad que se concibe, en la mayoría de los casos, a partir del uso de Internet y de las herramientas digitales. Seguramente habrás escuchado a tus padres o a cualquier otra persona decir: «la gente vive ‘enchufada’ a los teléfonos», y tienen razón, ahora el mundo lo podemos llevar en el bolsillo; aún así, este mundo “no tiene barreras y despliega nuestros sentidos a una enorme cantidad de información que resulta confusa y difícil de procesar” (Quesada y Trujano, 2015, p. 6). ¿Te has sentido así en algún momento? ¿Has estado angustiado, ansioso o con demasiado sobre el plato respecto a un tema o situación? Es normal, la red está plagada de posibilidades de “realizar documentos propios, intercambiar ideas y hacer uso de espacios colaborativos (…), [pero] no necesariamente representan fuentes confiables de información” (Quesada y Trujano, 2015, p. 4). Lo más problemático: es muy fácil que eso poco confiable se convierta en algo viral y se posicione como una fuente primaria —pero errónea— de información.
Si llevamos este asunto al espacio académico, el panorama para los estudiantes se hace más tormentoso, ¿no? En realidad, no. Si bien es fácil infoxicarse, también es un beneficio para la construcción de conocimiento, siempre y cuando se tengan las precauciones adecuadas y la accesibilidad necesaria. Además, en el contexto de la virtualidad, es una posibilidad para que, como estudiante, tomes el rol de creador de contenidos digitales y aproveches las habilidades de autogestión que brindan estos entornos, independientemente de si eres nativo o migrante digital. Como su nombre lo indica, crear un contenido digital implica la transformación de la información a un formato específico (video, imagen, audio, entre otros), y para que esto no solo sea un plástico más en el mar de Internet, es indispensable buscar que sea conocimiento y no solo una superposición de datos e imágenes que se ven bien. Digamos que en este aspecto los docentes pueden tener ventaja sobre los estudiantes, pues son quienes deben transformar, crear y usualmente tienen la experiencia.
Es por eso que en este texto queremos dar énfasis a tu rol como estudiante, hacerte caer en la cuenta de que puedes ser un partícipe activo de este tipo de procesos. Por esta razón, te vamos a presentar algunas pautas para no tropezar al momento de crear un contenido digital, ya sea que esté dirigido a otros estudiantes o para Internet en general.
Así las cosas, es fundamental:
1. Determinar sobre qué quieres estar informado. Puedes preguntarte: ¿cuál es la información que a mí me interesa? Así podrás empezar un proceso de selección de qué es aquello que te gusta o no, lo que te permitirá construir criterio; también lo puedes hacer dividiendo la información en dos: “información fatal, que es aquella que no te interesa en absoluto porque no tiene nada que ver con los temas que tratas; información interesante, aquella que algún día me puede interesar…” (Cornella, 2000, p. 3). La clave es aprender a reconocer lo que es realmente útil según las líneas críticas que definas. Si te das cuenta, con esto no solo propicias la conformación de tu pensamiento crítico, algo necesario para la creación de contenidos de cualquier tipo, sean académicos o personales. Por tanto, en ese apartado, más que darte herramientas es resaltar que la mentalidad y la intención es igual de necesaria para no generar más infoxicación.
2. Identificar o descartar sitios y fuentes de información. Una vez encuentres aquello que se acomoda a tus gustos, es hora de valerse de las herramientas que los espacios digitales nos ofrecen. En esencia, esto es como realizar una curaduría de información, es decir: filtrar y seleccionar lo que llega a nuestros medios, de esta forma tendrás fuentes confiables que nutrirán adecuadamente lo que crees, evitando al máximo propagar información por el mero hecho de hacerlo. Algunas herramientas útiles para este fin son: lectores de RSS, como Scoop.it, Inoreader, AOLReader, Digg Reader o Selfoss; Google Alerts, para rastrear la información que recibes en tu correo electrónico; los filtros que ofrecen los buscadores (buscar solo imágenes o solo videos); usar Bookmarks para guardar lo que sea de tu interés. Finalmente, para contenidos estrictamente académicos, puedes usar bases de datos como DOAJ, Scielo, Redalyc, Dialnet, por mencionar algunas.
3. Pensar qué hacer con la información. Idealmente, si estás construyendo un contenido y ya has filtrado la información, lo siguiente sería pensar cómo quieres presentarla o qué deseas hacer con ella. Aquí debes decidir el tono de lo que quieres crear, al igual que el formato. En otras palabras, preguntarse: ¿haré esto para una clase, para mis compañeros, para una investigación o para la red? Ten presente que para cada una de esas situaciones hay formatos e intenciones diferentes; por ejemplo, si vas a hacer un texto para tu profesor, debes pensar en una estructura preestablecida y unas fuentes confiables; en cambio, si quieres hacer un post para tus amigos sobre un tema que hace parte de tus pasatiempos, lo ideal también sería una fuente confiable, pero es posible que no sea necesaria una estructura rígida. Algunas herramientas para crear contenidos son: Google Drive, Canva, Genially, Infogram, Evernote, PowToon, entre muchas más.
Este fue un brevísimo recorrido sobre las implicaciones de la infoxicación y lo que puede hacer para evitarla. Esperamos que te sea útil para continuar tus búsquedas y creaciones. No olvides que si bien Internet y los medios pueden ser abrumadores también son nuestros aliados una vez descubrimos cómo usarlos. También queremos que seas consciente de aquello que le revelas al mundo, pues el conocimiento se construye a través de la reflexión, en cambio la información solo son datos.
Y tú, ¿qué otras estrategias utilizas para prevenir la infoxicación? Cuéntanos en los comentarios.
Jennifer Grisales Correctora de estilo Ude@ Educación Virtual
Los barrios son fuentes de historias traducidas en ritmos, sabores, lugares, personas y acontecimientos; son centros para el encuentro, el intercambio de experiencias y la construcción de memorias que dan cuenta de escenarios únicos que reflejan los rasgos más profundos de nuestra identidad; son espacios orgánicos en donde se construyen vínculos entre individuos y una representación a pequeña escala de lo que como organismo puede ser la sociedad. Pero ¿cómo se narran los barrios? ¿De qué manera elevan su voz?
En este artículo conoceremos algunas experiencias en las que implementaron las TIC como plataformas para la construcción y visibilización de narrativas comunitarias, y cómo estas sirvieron como apoyo para las comunidades en sus búsquedas por contar sus territorios.
¿Cúal fue tu experiencia favorita? Cuéntanos en los comentarios.
«Si no estudias y practicas por tu propia cuenta, lo que aprendas en clase va a servirte poco». Estas palabras son aplicables al aprendizaje de todas las áreas del conocimiento, pero en ningún otro ámbito, a lo largo de mi vida académica, las he escuchado tanto como en las aulas de enseñanza de lenguas extranjeras. Aprender un idioma nuevo es un proceso complejo, por lo que cuatro horas a la semana —con suerte, un poco más— son un espacio temporal muy limitado para obtener los elementos necesarios que permitan alcanzar cierto nivel de dominio de la lengua que se estudia. De ahí que el aprendizaje autónomo se convierta en una parte fundamental del proceso.
El inglés siempre fue una de mis asignaturas de mejor desempeño, desde primaria hasta bachillerato, pero nunca sentí que le dedicara tiempo por fuera de clase. Ahora me doy cuenta de que, a mi manera, casi siempre estaba en contacto con el inglés. Creo que es un fenómeno muy común en muchísimas personas de mi generación. Obtenemos las bases de las clases que recibimos en el colegio y de ahí en adelante encontramos una conexión personal con el idioma, ya sea a través de películas, series de televisión, videojuegos, literatura o música. Todas estas interacciones se constituyen como aprendizaje autónomo y son valiosísimas en la medida que fomentan el contacto con la lengua extranjera por fuera del ámbito académico y generan una especie de inmersión en los contextos culturales que la rodean.
Cuando pienso con mayor profundidad en los ejercicios autónomos que llevé a cabo en ese momento de mi vida, me doy cuenta de que el mayor avance en mis competencias se dio cuando comencé a acceder a internet. En ese punto apareció un nuevo universo de herramientas que enriquecieron aún más el proceso. Por un lado, comencé a acceder a plataformas digitales diseñadas específicamente para apoyar el aprendizaje de lenguas extranjeras, como Duolingo o Livemocha: el primero, un sitio de gran interactividad y dinamismo; el segundo, basado en las comunidades de usuarios y en las retroalimentaciones que todos generaban entre sí.
Gracias a la web también comencé a resolver dudas en segundos, con la ayuda de la gran variedad de diccionarios, traductores automáticos, sitios web dedicados a reglas gramaticales, correctores ortográficos, ejercicios interactivos enfocados en el fortalecimiento del vocabulario, entre otros. No sé qué sería de mí si no fuera por las miles de veces que he consultado términos en WordReference a lo largo de mi vida, o las veces que encontraba en foros de discusión análisis y ejemplos de la construcción sintáctica con la que justamente estaba teniendo problemas. Tampoco olvido la tranquilidad que sentía al revisar un texto en BonPatron y poder darme cuenta de errores, aparentemente obvios, que había cometido. Todavía, y prácticamente todos los días, uso la extensión de Google Dictionary para conocer nuevas palabras que aparecen en los textos que estoy leyendo.
Sin embargo, la actividad que más enriqueció mi proceso de aprendizaje fue apoyar la expansión de mis gustos personales. En ese entonces era fanática de Harry Potter, pero la información en español, datos curiosos, noticias y juegos sobre la saga eran pocos y sentía que ya lo había recorrido todo. ¿Qué hice? Me aventuré a los sitios en inglés donde la información estaba más actualizada y miles de personas aportaban diariamente sus teorías sobre la historia, análisis, arte inspirado por la saga, entre muchas otras cosas. Llegué a un punto en el que dejé de ser una usuaria pasiva y pasé a contribuir con mis comentarios y perspectivas, lo que, a su vez, me permitió crear relaciones con otros usuarios alrededor de todo el mundo. Lograr esto fue un paso enorme, si se tiene en cuenta que las competencias de producción (tanto escrita como oral) suelen ser percibidas como las que más esfuerzo requieren por parte del estudiante. Todo esto fue posible gracias al apoyo de las diversas herramientas digitales que tenía a la mano.
Este acercamiento a las lenguas extranjeras ha sucedido y sigue sucediendo con muchos intereses como el cine, la música, la fotografía, el fútbol, etc. Y precisamente de ahí parte el consejo que casi siempre doy a otras personas que están aprendiendo una nueva lengua: piensa en las cosas que te gusten, accede a ellas usando el idioma que estás estudiando y apóyate en todas las herramientas digitales de referencia que hay a tu disposición para facilitar la comprensión. De esta forma, el proceso se hace más llevadero y hasta olvidas que estás en medio de una actividad que, se supone, es académica. En mi opinión, esto es una verdadera forma de aprendizaje autónomo.